Cuenta la
leyenda que, en la época en la que los emperadores romanos
perseguían a los cristianos para hacerles desistir de su fe, existía
un joven sacerdote llamado Valentín, que casaba a los soldados con
sus parejas en una época en la que el matrimonio les estaba
prohibido, por considerarlo incompatible con la carrera militar.
Valentín, al que le considera patrón y protector de los enamorados,
fue martirizado por esta desobediencia un 14 de febrero, que pasaría
a ser el día en el que celebramos su onomástica. He aquí la razón
por la que hemos decidido dedicar el mes de febrero en nuestra
biblioteca al amor.
El
amor... El amor, que hizo perder la razón a la reina Juana la Loca,
que inspiró la construcción del bellísimo Taj Mahal como tumba de
la esposa predilecta de un emperado indio, que hizo renunciar al
trono al rey inglés Eduardo VIII, que supuso la desdicha de Abelardo
y Eloísa, y la perdición de Marco Antonio y Cleopatra, la de
Tristán e Isolda, y la de tantos otros. El amor, que cantaron los
grandes poetas, desde Ovidio hasta Pablo Neruda, pasando por
Francisco de Quevedo, por San Juan de la Cruz, o por Pedro Salinas.
El amor, esa fuerza que, según Dante “mueve el Sol y las demás
estrellas”, es uno de los grandes temas de la literatura universal.
Casi cualquier obra literaria refleja el amor, en alguna de sus
múltiples vertientes: amor romántico, divino, filial, amistoso,
filantrópico, etc. Para acotar un poco nuestro homenaje de este mes,
nos centraremos en las grandes historias de amor de la literatura,
bien sean reales o ficticias.
Hay quien
opina que para contar un gran amor es necesario haberlo vivido
previamente para inspirarse en él. El poeta, el novelista, ama
desesperadamente, y a través de la literatura trata de inmortalizar
a su amante, para que viva siempre en las palabras, a salvo del
olvido y hasta del horror de la muerte. Así pues, Dante hizo que el
eco de la belleza renacentista de Beatriz llegara hasta nuestros días
en su Divina Comedia, igual que consiguió Petrarca con su
adorada Laura. Edgar Allan Poe hizo de su esposa -y prima hermana-
Virginia el modelo de las bellas y frágiles damas que mueren y
vuelven de la tumba en muchas de sus aterradoras historias. Antonio
Machado también lamentó en sus poemas la pérdida de Leonor, su
mujer, y William Shakespeare habla en sus sonetos de una misteriosa
Dama Oscura a la que amaba a pesar de que le proporcionaba más pesar
que alegrías. La fama de Laura, de Beatriz, de Virginia o de Leonor
perdura hasta hoy, musas de poetas que consiguieron que, por medio de
sus palabras, en cierta medida no murieran jamás.
Pero
también existen otros autores, personas tranquilas, aburridas, de
las que se duda que fueran capaces de vivir un gran amor, y que sin
embargo fueron capaces de reflejarlo en sus obras. Por ejemplo, tres
tranquilas damas, anodinas y pacíficas, fueron las autoras de tres
de las grandes obras de amor de la literatura inglesa. ¿Cómo pudo
Jane Austen, una solterona, crear una historia de amor como la de Mr.
Darcy y Miss Elizabeth Bennet en Orgullo y Prejuicio? ¿Cómo
pudieron Charlotte y Emily Brontë, dos jóvenes hermanas, hijas de
un sacerdote anglicano, criadas en los páramos de la región de
Yorkshire, imaginar dos hombres tan apasionados como Mr. Rochester y
Heathcliff, protagonistas masculinos de Jane Eyre, y de
Cumbres Borrascosas, respectivamente? También son famosas las
cartas de amor de la portuguesa Mariana Alcoforado a su enamorado (lo
cual nos sorprenderá al enteramos de que era una monja), o los
poemas de amor de Emily Dickinson, quien apenas salió de casa
durante su vida.
Con
frecuencia, las historias de amor que se convierten en inmortales son
aquellas que acaban en tragedia, o las que superan grandes
dificultades antes de llegar al deseado final feliz. ¿Por qué nos
enamoramos de quién no debemos, por qué nos fascinan los amores
imposibles? Quizás sea porque nos atrae quien nos resulta más
exótico, más diferente a nosotros, porque nos gustan los retos, o
porque opinamos que los obstáculos no hacen sino fortalecer al amor
verdadero. En la literatura, solemos preferir los amores complicados
por dificultades que pueden obedecer a muy distintas causas.
Por
ejemplo, en Pepita Jiménez, de Juan Valera, la dificultad
viene por la profesión de sacerdote de su protagonista, y porque la
mujer a la que ama está prometida con su padre. En Romeo y
Julieta, de William Shakespeare, los protagonistas pertenecen a
familias que son enemigas acérrimas entre sí. En Ana Karenina,
de Leon Tolstoi, Ana está casada y se enamora de un hombre que no es
su marido. En Lolita, de Vladimir Nabokov, la edad aleja al
profesor Humbert Humbert y a la adolescente que da su nombre a la
novela. En la saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer, Edward es
un vampiro que ama a Bella, una humana (y al mismo tiempo, desea
fervientemente beber su sangre). En La Dama de las Camelias,
de Alejandro Dumas hijo, la tuberculosis que sufre Margarita Gautier
termina con su polémica relación con Armando Duval. En las
historias situadas en la época de la Reconquista, es la religión lo
que separa a los enamorados, como sucede por ejemplo en la leyenda de
las tres hermosas princesas que nos narra Washington Irving en sus
Cuentos de la Alhambra. En las varias versiones de la historia
de los amantes de Teruel, la dama pierde la esperanza de que su amado
vuelva sano y salvo de la guerra, y accede a casarse con otro hombre
antes de que éste regrese. Otro clásico de los amores imposibles es
aquél en que los enamorados pertenecen a dos clases sociales
diferentes, como sucedía con Jack y Rose en la película Titanic,
con Jay Gatsby y Daisy Buchanan en El Gran Gatsby, de Francis
Scott Fitzgerald, o con Babi y Step en A Tres Metros Sobre el
Cielo, del italiano Federico Moccia. En todas estas historias,
los amantes se enfrentan a impedimentos paternos, a prejuicios
sociales, a enfermedades, o a religiones, defendiendo su amor contra
viento y marea, en muchas ocasiones con resultados desastrosos
(asesinatos, suicidios, ruina, deshonra...)
El amor,
en realidad, está en todas partes: en las canciones que escuchamos,
en las series y telenovelas de la televisión; hasta en los
videojuegos. Está en nuestro instituto, y en este mes de febrero,
está en nuestra biblioteca. Como siempre, queremos finalizar
recomendándoos una canción, y como creemos que todo el mundo
necesita amor, no podía ser otra que ésta:
Para saber más (y prepararse para la prueba del Trivial):
Por Cecilia Díaz Marín
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