sábado, 7 de febrero de 2015

Mes del Amor


Cuenta la leyenda que, en la época en la que los emperadores romanos perseguían a los cristianos para hacerles desistir de su fe, existía un joven sacerdote llamado Valentín, que casaba a los soldados con sus parejas en una época en la que el matrimonio les estaba prohibido, por considerarlo incompatible con la carrera militar. Valentín, al que le considera patrón y protector de los enamorados, fue martirizado por esta desobediencia un 14 de febrero, que pasaría a ser el día en el que celebramos su onomástica. He aquí la razón por la que hemos decidido dedicar el mes de febrero en nuestra biblioteca al amor.

El amor... El amor, que hizo perder la razón a la reina Juana la Loca, que inspiró la construcción del bellísimo Taj Mahal como tumba de la esposa predilecta de un emperado indio, que hizo renunciar al trono al rey inglés Eduardo VIII, que supuso la desdicha de Abelardo y Eloísa, y la perdición de Marco Antonio y Cleopatra, la de Tristán e Isolda, y la de tantos otros. El amor, que cantaron los grandes poetas, desde Ovidio hasta Pablo Neruda, pasando por Francisco de Quevedo, por San Juan de la Cruz, o por Pedro Salinas. El amor, esa fuerza que, según Dante “mueve el Sol y las demás estrellas”, es uno de los grandes temas de la literatura universal. Casi cualquier obra literaria refleja el amor, en alguna de sus múltiples vertientes: amor romántico, divino, filial, amistoso, filantrópico, etc. Para acotar un poco nuestro homenaje de este mes, nos centraremos en las grandes historias de amor de la literatura, bien sean reales o ficticias.


Hay quien opina que para contar un gran amor es necesario haberlo vivido previamente para inspirarse en él. El poeta, el novelista, ama desesperadamente, y a través de la literatura trata de inmortalizar a su amante, para que viva siempre en las palabras, a salvo del olvido y hasta del horror de la muerte. Así pues, Dante hizo que el eco de la belleza renacentista de Beatriz llegara hasta nuestros días en su Divina Comedia, igual que consiguió Petrarca con su adorada Laura. Edgar Allan Poe hizo de su esposa -y prima hermana- Virginia el modelo de las bellas y frágiles damas que mueren y vuelven de la tumba en muchas de sus aterradoras historias. Antonio Machado también lamentó en sus poemas la pérdida de Leonor, su mujer, y William Shakespeare habla en sus sonetos de una misteriosa Dama Oscura a la que amaba a pesar de que le proporcionaba más pesar que alegrías. La fama de Laura, de Beatriz, de Virginia o de Leonor perdura hasta hoy, musas de poetas que consiguieron que, por medio de sus palabras, en cierta medida no murieran jamás.

Pero también existen otros autores, personas tranquilas, aburridas, de las que se duda que fueran capaces de vivir un gran amor, y que sin embargo fueron capaces de reflejarlo en sus obras. Por ejemplo, tres tranquilas damas, anodinas y pacíficas, fueron las autoras de tres de las grandes obras de amor de la literatura inglesa. ¿Cómo pudo Jane Austen, una solterona, crear una historia de amor como la de Mr. Darcy y Miss Elizabeth Bennet en Orgullo y Prejuicio? ¿Cómo pudieron Charlotte y Emily Brontë, dos jóvenes hermanas, hijas de un sacerdote anglicano, criadas en los páramos de la región de Yorkshire, imaginar dos hombres tan apasionados como Mr. Rochester y Heathcliff, protagonistas masculinos de Jane Eyre, y de Cumbres Borrascosas, respectivamente? También son famosas las cartas de amor de la portuguesa Mariana Alcoforado a su enamorado (lo cual nos sorprenderá al enteramos de que era una monja), o los poemas de amor de Emily Dickinson, quien apenas salió de casa durante su vida.

Con frecuencia, las historias de amor que se convierten en inmortales son aquellas que acaban en tragedia, o las que superan grandes dificultades antes de llegar al deseado final feliz. ¿Por qué nos enamoramos de quién no debemos, por qué nos fascinan los amores imposibles? Quizás sea porque nos atrae quien nos resulta más exótico, más diferente a nosotros, porque nos gustan los retos, o porque opinamos que los obstáculos no hacen sino fortalecer al amor verdadero. En la literatura, solemos preferir los amores complicados por dificultades que pueden obedecer a muy distintas causas.

Por ejemplo, en Pepita Jiménez, de Juan Valera, la dificultad viene por la profesión de sacerdote de su protagonista, y porque la mujer a la que ama está prometida con su padre. En Romeo y Julieta, de William Shakespeare, los protagonistas pertenecen a familias que son enemigas acérrimas entre sí. En Ana Karenina, de Leon Tolstoi, Ana está casada y se enamora de un hombre que no es su marido. En Lolita, de Vladimir Nabokov, la edad aleja al profesor Humbert Humbert y a la adolescente que da su nombre a la novela. En la saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer, Edward es un vampiro que ama a Bella, una humana (y al mismo tiempo, desea fervientemente beber su sangre). En La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo, la tuberculosis que sufre Margarita Gautier termina con su polémica relación con Armando Duval. En las historias situadas en la época de la Reconquista, es la religión lo que separa a los enamorados, como sucede por ejemplo en la leyenda de las tres hermosas princesas que nos narra Washington Irving en sus Cuentos de la Alhambra. En las varias versiones de la historia de los amantes de Teruel, la dama pierde la esperanza de que su amado vuelva sano y salvo de la guerra, y accede a casarse con otro hombre antes de que éste regrese. Otro clásico de los amores imposibles es aquél en que los enamorados pertenecen a dos clases sociales diferentes, como sucedía con Jack y Rose en la película Titanic, con Jay Gatsby y Daisy Buchanan en El Gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, o con Babi y Step en A Tres Metros Sobre el Cielo, del italiano Federico Moccia. En todas estas historias, los amantes se enfrentan a impedimentos paternos, a prejuicios sociales, a enfermedades, o a religiones, defendiendo su amor contra viento y marea, en muchas ocasiones con resultados desastrosos (asesinatos, suicidios, ruina, deshonra...)

El amor, en realidad, está en todas partes: en las canciones que escuchamos, en las series y telenovelas de la televisión; hasta en los videojuegos. Está en nuestro instituto, y en este mes de febrero, está en nuestra biblioteca. Como siempre, queremos finalizar recomendándoos una canción, y como creemos que todo el mundo necesita amor, no podía ser otra que ésta:


Para saber más (y prepararse para la prueba del Trivial):





Por Cecilia Díaz Marín

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